En este libro encontramos a un personaje que pertenece a la realidad y a la ficción, pero sumido en hechos verdaderos que revelan un escenario casi predestinado para que disfrutara allí parte de su vida. De su adolescencia, Antonio confiesa en algunas páginas cómo, gracias a los relatos de ancianos y lecturas, se formó la impresión de que una vida aventurera solo puede llevarse en grandes espacios; jamás en un reducido regazo natal como el suyo, en Insubria.
En Livingston, encuentra un pueblo pequeño, casi como el de sus raíces, pero rodeado de la inmensidad del mar y de la selva que simbolizan el grande y libre ámbito de sus sueños. Lo hospitalario y fraternal de la minoría garífuna, en particular, coronan el paraíso personal que lo atrapó y que se sigue marcando una etapa significativa de su vida.
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