De niño me decían "metomeentodo", especialmente mis parientes del área rural; era lógico, en ciertos aspectos el inmovilismo y el "no te metas" simplificaba su modo de vivir y de pensar. Cuando vine a Guatemala comprobé también como a todo lo que podía turbar su tranquilidad mental, muchos reaccionaban diciendo: "No sé ni me interesa!".
Cuando era pequeño, a los niños no nos dejaban tocar el teléfono (aquel aparato negro, sólido como un ladrillo tayuyo) para que no lo arruináramos o no fuéramos a molestar a otros usuarios, marcando números equivocados. Hoy, en los países en vías de desarrollo, juegan con el celular -frágil y caro- los niños, las sirvientas y hasta los peones en el campo. Así los jóvenes se vuelven especialistas y de sus filas saldrán los actuales y futuros genios de las tecnologías.
El clima favorable de Insubria y la privacidad, muy respetada en Suiza, eran compartidos por las mentes más abiertas, elevadas y expertas del mundo sin que lo hubiéramos podido imaginar. Por eso yo, de simple entrometido y gracias a la curiosidad, logré conocer esas dimensiones para luego viajar y explorar, por suerte sin arrastras rémoras como los emigrantes de antaño, que a menudo eran exiliados que habían pasado por grandes miserias.